Johana Castro Salazar, una joven de 28 años al borde de la muerte por COVID-19; una historia que no se debería repetir

 

En este reportaje de nuestra revista colegial Fisioterapia al Día (FAD), Johana nos cuenta cómo se contagió de COVID-19 y cómo le ha afectado a su vida, así como los duros momentos por los que ha pasado en este tiempo. Tras más de 2 meses ingresada, mes y medio en UCI, esta paciente reivindica la importancia del fisioterapeuta en su recuperación y pide a los jóvenes prudencia para evitar contagios. Un testimonio conmovedor y real, muy necesario en este momento, en el que nos enfrentamos a una quinta ola con una escalada importante de la incidencia del coronavirus en nuestra Comunidad y en toda España. Una historia que recomendamos leer y sobre la que reflexionar para evitar al máximo posible que se repita.

Johana Castro Salazar, una joven de 28 años al borde de la muerte por COVID-19, una historia que no se debería repetir

Fue el verano del año pasado. Tras duros meses de confinamiento, de cifras escalofriantes de muertes, de vivir situaciones personales y profesionales muy difíciles, parecía que el virus cedía terreno y que ya había pasado lo peor. El deseo de volver a la normalidad nos llevaba a salir, a volver a reunirnos con amigos y familiares, a disfrutar ese contacto social que tanto nos cautiva, pero también a bajar la guardia y a relajar las medidas de seguridad. Si bien era cierto que la incidencia del COVID-19 era más tenue, no lo era menos que seguía estando entre nosotros y que seguía infectando incluso a aquellos que menos podían esperárselo. 

Este es el caso de Johana Castro Salazar, una joven de 28 años sin antecedentes de patologías previas ni factores de riesgo que se contagió en agosto de 2020, que estuvo al borde de la muerte en la UCI y que, a día de hoy, sigue con secuelas.  

Con su testimonio busca poner en valor la figura del fisioterapeuta y evitar que la historia se repita, concienciar, especialmente a los más jóvenes, que el coronavirus sigue aquí aunque nos creamos que ya está controlado, que nadie está a salvo, que ser joven y estar sano no es un escudo infalible y que hay que ser conscientes, no bajar la guardia porque cuando golpea puede hacerlo muy fuerte y afectar toda tu vida.

El escenario es tan común, algo que se repite día a día, que conviene subrayarlo. “Hacía meses que no veía a mis amigas y como todo estaba mejor, quedamos a comer. Éramos cinco. Nos echábamos de menos, nos abrazamos, estuvimos comiendo y hablando sin mascarilla. Una de ellas tenía COVID-19 pero no lo sabía, era asintomática. A los pocos días, empecé a sentirme mal, con dolor de garganta y fui al médico. Me hicieron la prueba y di positivo… Me asusté por mi familia, temía que los hubiera podido contagiar, no tanto por mí, pensaba, equivocadamente, que al ser joven no me podía afectar mucho”, explica Johana.

Al principio se encontraba bien pero al octavo día, por la noche comenzó a notar que le faltaba aire. A la mañana siguiente no podía ni hablar. La llevaron al hospital La Fe de Valencia y la ingresaron. Era el 9 de agosto de 2020. “La sensación era horrible, no podía ni levantarme de la cama”. A los dos días, la trasladaron a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI). Fue la segunda persona en ingresar en este unidad tras el calvario de la primera ola. “Recuerdo que me pusieron oxígeno y que me tenían que cambiar la máscara continuamente… poco más porque acabé intubada y en coma inducido”, subraya Johana. 

Su fisioterapeuta, nuestra colegiada Vera Moltó, nos cuenta cómo lo vivieron. “Al principio estaba con oxigenoterapia mediante gafas nasales.  Se nos hizo interconsulta para entrar a enseñarle ejercicios motores pero con el paso de los días la insuficiencia respiratoria aguda por neumonía COVID-19 fue empeorando y cambiaron a gafas nasales de alto flujo y, como no mejoraba, acabaron intubándola. Además se añadieron problemas más serios por la infección de otras bacterias. Apenas le podíamos hacer movilizaciones pasivas y cuidados posturales, era duro ver que alguien tan joven se iba…”, recuerda.

Johana estuvo cerca de 25 días en coma. En ese tiempo tuvo dos despertares. En el primero hicieron un intento de extubación que fracasó y tuvieron que volver a intubar y, finalmente, le hicieron traqueostomía. El segundo sí funcionó. También en este periodo, la fisioterapia fue clave. “Pasábamos  prácticamente a diario y le hacíamos movilizaciones pasivas y cuidados posturales para evitar úlceras por decúbito, entre otros problemas que sufren los encamados de UCI. De este modo, cuando le retiraran la sedación podría empezar cuando antes a realizar ejercicios activos asistidos y coordinados con la respiración. Y así hicimos. Conforme mejoraba, la sentábamos, luego le pusimos un pedalier y, finalmente, en bipedestación. Todo ello antes de subir a planta. Su recuperación fue muy favorable y asombrosa”, nos explica Vera Moltó.

Tras más 45 días en la UCI, Johana es trasladada a planta. “Cuando me sacaron todos aplaudieron y me puse a llorar, puede sonar a típico pero cuando lo vives es muy emotivo por lo que significa. Cuando vi a mis padres no me lo creía… muchas veces pensé que iba a morir y no volvería a verlos”. 

También en planta recibía a diario la visita del fisioterapeuta. “La ayuda de los fisioterapeutas fue esencial. Venían todos los días y hacíamos ejercicios que me ayudaban a recuperarme. Tenía mucho dolor de espalda y de brazos, apenas podía mantenerme de pie, yo quería avanzar y me esforzaba pero aún estaba muy limitada; llevaba oxigenoterapia, no podía levantarme sola ni coger la cuchara para comer porque me temblaba la mano… ha sido muy duro”, recalca.

Tras dos meses ingresada, la mejoría era palpable y el 6 de octubre le dieron el alta. “No me lo creía –vuelve a emocionarse-, tenía muchas ganas de ver a mi familia. Me fui a vivir con mis padres de nuevo porque no podía hacer casi nada por mí misma. De hecho, hasta enero continué bastante mal, cuando me acostaba por la noche me venían episodios de que estaba en el hospital, me generaba mucha ansiedad y no lo podía controlar. He tenido que ir a la psicóloga para que me ayudara. Por suerte esto lo he superado”. 

A nivel físico las secuelas persisten. Aún a día de hoy, casi un año después de contagiarse, sigue de baja laboral. “Todavía no he recuperado la fuerza en las extremidades, no puedo estar de pie más de una hora y me fatigo mucho. Por prescripción médica, salgo a caminar un rato todos los días y voy al gimnasio para fortalecer y poder reincorporarme a mi  trabajo lo antes posible”, insiste Johana, quien continua yendo cada cierto tiempo al hospital para hacerse pruebas y ver su avance, es el seguimiento post-Covid.

“Quiero mostrar mi enorme agradecimiento a todo el personal que trabaja en el hospital, especialmente en la UCI. Vives momentos muy difíciles y se preocupan por ti de una manera increíble, te ayudan no sólo a nivel sanitario sino también humano, se convierten en tu familia”.

En esta línea, hace mención aparte a su fisioterapeuta, a cómo le ha ayudado a volver a caminar y a fortalecer. “Sin su apoyo no sé si lo hubiera conseguido. No había ido nunca a un fisioterapeuta pero ahora sé todo lo que pueden hacer por nuestra salud, es un profesional clave en el sistema sanitario”.  

Son las palabras de una paciente las que, una vez más, ponen de relieve que la figura del fisioterapeuta tanto en UCI como en planta es vital y que debe reforzarse. Como viene demandando el Colegio de Fisioterapeutas de la Comunidad Valenciana (ICOFCV) es necesario que se incrementen las plantillas en la Sanidad Pública, algo que sí se ha hecho en algunos hospitales de la Comunidad, como en La Fe de Valencia donde fue atendida Johana, pero no en todos, y en otros, sólo de forma temporal. “El fisioterapeuta es un profesional sanitario esencial que aporta mucha salud y mejora la calidad de vida de los pacientes en multitud de patologías, tendría que haber mínimo un ‘fisio’ en cada unidad de intensivos y más en el resto de servicios”, recalca Vera Moltó, vocal de la Junta de Gobierno del Colegio.

Asimismo, Johana lanza un mensaje a toda la sociedad y, en especial, a los jóvenes: “Si pudiera hablar con cada uno de ellos les diría que se cuiden, si no lo hacen por ellos que lo hagan por su familia y por los demás. Pensamos que no nos va afectar porque somos jóvenes pero yo lo he pasado muy mal. Cuando veo las imágenes de botellones, grupos de gente sin respetar las medidas de prevención, siempre pienso que si hubieran vivido lo que yo, se darían cuenta de lo duro que es y lo importante que es no bajar la guardia”.